racional

Hace poco presentaba la reseña del Error de Descartes, una magnífica obra de António Dámasio que nos daba paso a la reflexión sobre si de verdad somos del todo racionales o quizás las emociones jueguen un papel crucial en nuestro día a día.

Desde muchas corrientes psicológicas, seguramente todas, han investigado y teorizado sobre la relación entre la emoción y la razón. El ejemplo más claro lo podemos encontrar en el clásico libro de Anna de FreudEl Yo y los mecanismos de defensa, del cuál puedes descargar un resumen aquí de manera gratuita. Veremos poco a poco qué es lo que nos encontramos…

Al principio daremos bastante voz a la corriente que siempre se ha mostrado más a favor de la racionalidad absoluta. Después, ya pasaremos a exponer si en nuestro día a día bebemos más del cerebro o del corazón.

La visión de la corriente cognitivo conductual

Conductismo: La alabanza a la racionalidad absoluta

La contrapropuesta hacia el psicoanálisis más fuerte siempre ha sido la corriente conductista radical, creada por John B. Watson, en dónde solamente lo objetivo es aceptado. En esta corriente, se quiere matar toda la subjetividad, ¡pobre metodología cualitativa!, e intentar que todo pase por el tamiz de la razón.

Autores muy famosos de esta corriente que te pueden sonar son Skinner o Pávlov, el del perro, sí. Fueron figuras importantísimas que consiguieron abrir mucho las miras de la psicología, pero la pena fue que no querían saber nada de las emociones, puesto que su planteamiento es que todo es cuantificable.

Es verdad, que hubo grandes aportaciones, como la propuesta de hacer una sociedad regida por los resultados científicos, ¿qué te parece?

Cognitivismo: La emoción se acopla a la razón

Con el tiempo se vio que las emociones sí que tenían su importancia y de ahí se pasó a investigar a ver qué sucedía al escuchar los pensamientos de las personas. Los mayores exponentes del cognitivismo fueron Albert Ellis y Aaron T.  Beck. Ambos fueron seguidores de la obra de Freud, mas en un momento dado quisieron ampliar sus miras y se dieron cuenta que también hay que atender a aquellos mensajes que nos mandamos a nosotros mismos.

Es verdad, que Albert Ellis, un autor que consiguió ser best seller, nunca renunció del todo al psicoanálisis, ya que se estuvo analizando durante varios años con Karen Horney, la psicoanalista también de Fritz Perls. Si te interesan los libros de autoayuda, te recomiendo que leas los de este psicólogo, ya que además de ser un gran científico escribía con criterio y no con el objetivo de vender como churros

¿Somos pura emoción o pura racionalidad?

La emoción pura o la racionalidad pura no existe

Últimamente una pseudociencia llamada Biodescodificación está cogiendo mucha fuerza. Según esta corriente, las emociones son las causantes de todas nuestras enfermedades y mediante una especie catarsis uno puede curarse de un cáncer o de una úlcera por ejemplo.

Es evidente que las emociones tienen un papel protagonista en nuestra salud, no hay más que investigar la psicosomática, la psicoinmunología o la promoción y prevención de la salud. Sin embargo, no siempre las emociones tienen el foco absoluto, algunas veces están relacionadas con la activación aleatoria de los genes. Otras veces, como bien dice Luis Chiozza, podrá haber una relación inconsciente y la reacción somática, pero puede ser tan débil que ni siquiera es importante ver qué sucede en el inconsciente. 

Tampoco controlar nuestros pensamientos al 100% nos será del todo útil. Es más, intentar controlar lo que pensamos, como actuamos, etc.; lo que vamos a conseguir es enloquecernos y sufrir en demasía. Esto solamente nos va a aumentar el estrés sufrido y que no podamos disfrutar de nuestro día a día.

¿Entonces qué?

La solución la encontramos en el objetivo del análisis lacaniano, aceptar la incertidumbre. Es decir, aceptar lo que António Dámasio nos demuestra con sus experimentos, que para tomar una decisión racional nos tenemos que basar en nuestras propias emociones. Fritz Perls también lo teorizó en su momento, como también lo recoge Pedro de Casso en su última obra.

El ejemplo más sencillo es el siguiente:

Vas a un supermercado a comprar mermelada. Si normalmente hay 3 sabores distintos y 5 marcas disponibles, podemos tomar una elección más seguros de que es la correcta. Sin saberlo, estamos basándonos en la emoción que tuvimos al consumirla o al ver consumirla y también en nuestra racionalidad, es cara, barata, etc.

Las curvas vienen si ahora nos encontramos con 15 sabores distintos y en vez de 5 marcas, hay 20. ¿Cómo podemos tomar una decisión racional? Quién sabe si es mejor la de naranja amarga con pulpa o naranja amarga con toques de limón. Ante este tipo de situaciones nos solemos sentir ansiosos. Posiblemente en la elección pese más la emoción y así conseguir aumentar nuestro repertorio racional para la siguiente ocasión.

¿Tú eres de los que prefieren la razón pura o la emoción? Espero que tu visión haya cambiado un poco, ya que si queremos abusar de una otra nos encontraremos en serios problemas.

Os dejo un par de obras muy interesantes que tratan estos temas:

El error de Descartes y Siete reglas de oro para vivir en pareja (os lo dejo, porque demuestra perfectamente que la pura racionalidad no sirve para cuidar a tu pareja.

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